Los tirados II

Pero el coche finalmete sí rugió. Primero lo hizo con un ronronear dubitativo y luego arrancó, quién sabe para llegar hasta dond para llegar hasta donde le llegasen las fuerzas. aquel lugar era incierto pero de momento parecía respirar estertoreamente otra vez. Los dos sonrieron en silencio. Tenían miedo de empezar a pisar los pedales pero lo hicieron y comenzaron a dar marcha atrás por aquel terraplén de tierra y guijarros. Ten cuidado dijo ella. Lo tengo dijo él y enfilaron la carretera, pisando a fondo, rumbo al Sur desconocido, rumbo al mar del oleaje y del viento. Encendieron la radio. Una banda tocaba mezclando trompeta y saxofón,  guitarras y golpes de batería. Sonaba a música de angeles mezclada por el poderoso rugir del motor. Y para qué pensar en ir a otro lugar cuando la música y la vida está ahora aquí, entre nosotros. Pensó él. La miró y la expresión de ella su mirada furtiva de ojos entrecerados lo sobrecogió: parecía feliz y él se acomodó en el cohe: ahora comenzaba a conducir relajadamente. Por la mañana se habían despedido, habían preguntado al duello de aquel motel infecto a qué hora psaba el autobús del retorno, el de los frustrados y ahora navegaban de nuevo juntos y él conduciendo y derrochando sonrisas de medio lado y la música de aquella banda sonando en la radio. Ahora giraron a la derecha, torcieron a la izquierda por la carretera serpentina y el olor del salitre comenzó a llegarles. Aún no vieron nada porque los montes y las suaves laderas se lo impidieron. El individuo solitario es vulnerable, pensó, y se alegró otra vez de tenerla a su lado.

Publica un comentario o deja una referencia: URL de la referencia.

Deja un comentario