Archivo mensual: febrero 2013

Hoy soy ramera. Hoy soy la pera (remastered). www.miguelcoluccelli.wordpress.com El perro cotilla.

Hoy soy ramera. Hoy soyvla pera (remastered).

Prosa desde el observatorio XVI: la doncella el violinista y la rue Mouffetard

La vio por primera vez caminando con fingida indiferencia por la rue Mouffetard, comprando fruta y flores en un mercado callejero, estrecho y sin la vidriera que cubre con naturalidad los mercados de París. Llevaba una cámara colgada del cuello y fotografiaba el mosaico de rojos, naranjas, verdes y amarillos. Plátanos, hortalizas, crucifijos de boj colgando en la pared detrás de la vendeuse que se persignaba al mirarlo cada vez que se giraba a coger altramuces o nueces de macadamia que ponía en la báscula para cobrarlos al peso, rabanitos de todos los colores, zanahorias, sandías, sándalos, mimosas y al violinista y a la mezzosoprano que ahora cantaba il mio bambino caro y que alternaba con el Ave María de Schubert y algún villancico profano. Tiempo después su vientre placentario se convertiría en la primera cuna de un niño llamado Ratón que recorrería el mundo con una cartera de cartero llena de pergaminos escritos en una lengua iluminada. Pero mientras fotografiaba de lejos, de cerca, daba un paso adelante y otro atrás, se contorneaba para encontrar el mejor ángulo, la luz perfecta y la sombra de las chirimoyas y de las cerezas y sonreía y compraba unas fresas y unas amapolas holandesas traídas aquella misma mañana desde La Haya. Y bajando un poco Mouffetard fotografiaba los panes y los quesos de las fromageries, el vino y los bombones de Brujas que mordisqueaba y que la acercaban al paraíso perdido. Él dijo torpemente parles tu français ?en un francés indigno sólo digno del embajador Pierrepaul  Petitepatant. No hablo francés, le contestó, pero sí castellano. Tan bien como tú y levantó la cámara y le fotografió la cara y el cuello, tensos como los de un ganso. Después caminaron silenciosamente hacia Contrescarpe. Supongo que no habrá ningún problema para que me invites a un capuccino le dijo, sabiendo que en aquel lugar servían el mejor de París. Una cortina de olores les cayó encima cuando llegaron a la plaza. Croissants, pastelería mañanera, café de Colombia, Brasil o Senegal. De pronto, mirándolo por encima de su taza le pidió que le recitara un poema. Por un franco te recitaré un pedazo de mi vida en verso alejandrino. Sacó una moneda de su cartera de colores customizados y la puso sobre la mesa. Tuyo es, le dijo. Entonces él comenzó  a parlotear cotorrosamente hasta que se le secó la garganta muchas horas más tarde y muchas estrellas más adelante. Le habló de los arrabales de Buenos Aires y de los templos del Nepal, de esferas que se alargan y de un observatorio desde donde se veía el fin del mundo y me creyó y pensó que hasta podía ser un buen sitio, tan bueno como un sacré coeur, el rincón donde las gárgolas y los querubines parecen anidar desde hace siglos y los patinadores divierten al público dando saltos mortales con un doble tirabuzón circense. Y después de todo aquello aún le quedó aliento para el esfuerzo final y premonitorio:

Del oscuro pasado
Nace un niño;
De gozo y de pesar
Mi corazón se desgarra.

Tranquila en su cuna
La vida yace.
¡Que el amor y la piedad
Abran sus ojos!

 

Y se despidió de ella y ella de él y lo hicieron por primera y por última vez. Di adiós, adiós, adiós y no llores sobre Rahoon porque no merece la pena. Otras penas peores y no lejanas nos han de devastar. El pícaro vestirá de rojo y amarillo y llevará tirantes y pantalones cortos y cuando se quede solo viajará en trenes resucitados. Recibirá mis fotos porque las fotos son un negocio maravilloso. Cuanto más tiempo se trabaja en ellas más ambiciosa se vuelve una. Vayámonos ahora de aquí. Parece que el Ave María, los villancicos y el Rondó han terminado. Se puso sobre la cabeza una redecilla que le protegía el pelo y su mechón blanco y que era el emblema de su doncellidad, se colgó su preciada cámara al cuello y comenzó a caminar hacia Place de Abbesses, donde un te quiero escrito en más de 300 idiomas adorna la pared de grafito y mármol.