Siendo niño, sentado sobre el suelo con las piernas cruzadas como si fuese un caudillo sioux, buscaba un silbido en mi garganta que sonase a Mahler o, quizá, a un concierto para violín. Un antiguo magnetófono de bobina simulaba ser mi orquesta. Me gustaba pensar que me observaba, silencioso. Aquel fantasma musical me inició en el espíritu del pentagrama, en el arte del solfeo y en el movimiento magistral de la batuta revolviendo notas flotantes en desbandada. Mucho después, subido a la peana de director, introduzco el mundo en una partitura y marco forte, para empezar la sinfonía.
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Se trata de un relato y por tanto es pura ficción, pero al leerlo no puedo dejar de imaginarte de niño intentando dar rienda suelta a tu vocación (en tu caso la escritura). Leerte siempre es un placer y un orgullo compartir tanto tanto contigo, incluso un microrrelato.
Seguro que con la ayuda de Mario Benedetti irás creando relatos y compartiéndolos con tu perro cotilla.
TQM